La película que este viernes se verá en el Club, El lobo de Wall Street, es el último filme del gran Martin Scorsese. Está basada en un hecho real, y es el perfecto ejemplo del refrán que dice que en todas partes cuecen habas, y en mi casa a calderadas.
Porque si alguien piensa que el chorizo financiero o político es un especimen únicamente ibérico, le conviene conocer la historia de Jordan Belfort, individuo de profesión robar o joder al personal (en los dos sentidos, era gran aficionado a las orgías), aficionado a los billetes y a la coca y responsable de una de las mayores estafas que se recuerdan en Wall Street. Scorsese hizo una obra maestra con su inconfundible estilo pasado de rosca y con el soporte de la genial editora Thelma Schoonmaker, y con dos actores principales en estado de gracia.
Leonardo Dicaprio creo que hace la que es hasta ahora su mejor interpretación. Borda a este embaucador encantador capaz de vender a su madre por unos cuantos puñados de dólares. No le va a la zaga el actor hasta ahora especializado en comedias Jonah Hill como su peculiar socio de sonrisa perfecta. Del resto del reparto destaca también la pequeña pero muy jugosa presencia de Mathew McCounaghey, su numerito en el restaurante es una de las escenas icónicas del filme. También los cinéfilos podemos ver al antaño prestigioso director Rob Reiner como padre de Dicaprio, y al ganador del Oscar Jean Dujardin como banquero suizo.
Lo dicho, una obra maestra. Y ojo al final, todos pedimos con toda la razón cárcel para estos elementos, pero desgraciadamente a veces de castigo tiene muy poco
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