29 de enero de 2015

La película del Club: La espía que me amó











Este viernes el club programa uno de los mejores filmes del agente al servicio de su Majestad británica, y sin duda el mejor de los que protagonizó Roger Moore: La espía que me amó.

Como ya comenté en mis artículos del 50 aniversario de Bond, la etapa de Moore se caracteriza por ser más paródica y espectacular que la previa de Connery. En este filme de 1977, para muchos es el filme de esta etapa que mejor combina todos los elementos.

Y eso que partía de la novela que menos gustaba a Ian Fleming, tanto que dejó instrucciones de que los responsables de la adaptación podían tomarse más libertades que otros filmes previos. El filme contó con varios elementos que la hicieron sobresaliente.

El primero, y más importante, uno de los mejores villanos de toda la saga. No el principal en este caso, el un tanto acartonado y envejecido actor alemán Curd Jurgens, quizás lo peor del filme, sino un gigantesco actor norteamericano de 2,18 m que era un completo desconocido en el momento del estreno del filme. Richard Kiel tuvo serios problemas con la metálica dentadura que llevaba su personaje Tiburón, pero su temible aspecto debido a su gigantismo le dio una gran dosis de amenaza y a la vez sentido del humor que hizo de él uno de los villanos más queridos de la saga. Kiel siguió haciendo cine y repitió en Moonraker, pero nunca volvió a ser tan popular como en este filme.

El segundo, una bellísima chica Bond, Barbara Bach, como enigmática agente rusa en busca de venganza hacia Bond, y que hizo para mí una de las mejores chicas Bond. Bach hizo poco cine después, y actualmente es más conocida por ser la señora de Ringo Starr que por sus papeles en cine.

Y el tercero, un prodigioso diseño de decorados. El gran Ken Adam siempre ha hecho maravillas en los filmes de Bond, pero aquí hizo auténticas virguerías, que en su momento fueron los decorados más grandes del mundo en los estudios Pinewood. La sala de submarinos o la embarcación donde habita Jurgens son dos prodigios, entre lo mejor de Bond.

A eso añadir los estupendos títulos de crédito de Maurice Binder, un excelente prólogo de persecución en la nieve y la estupenda banda sonora compuesta esta vez por Marvin Hamlisch, el único compositor que ha ganado tres Oscar en el mismo año (1973, dos por Tal como éramos y uno por El golpe), y que aquí hizo una gran balada interpretada por Carly Simon. Gran película, espero que os guste.

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